Espada Negra

Noviembre de 2015, se han jugado 27 partidas.

601 partidas desde el principio de los tiempos.

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También puedes ver cómo fue en .

Creación de una partida de la serie "herencias del pasado"
13 partidas Cumplido
Crearemos una aventura de cierto tamaño que tendrá consecuencias definitivas.

Contará con doce páginas.
Publicación en físico
26 partidas Cumplido
HT Publishers se comprometerá a editar físicamente la aventura. Se enviará a los suscriptores de la revista "Crítico" con el siguiente número.

Las restantes copias pasarán a estar disponibles en la web de la editorial.
Cura de calidad
39 partidas
La aventura contará con cinco ilustraciones de Eduardo Rodríguez "Ozakuya", y se añadirán seis páginas de trasfondo.
30-11-2015
Esta vez adjunto el relato en primera persona de uno de los personajes: Megara, la carsij renegada.

Megara.
Después de haber tenido que desertar, asqueada de la putrefacción del ejército, me acusaron de pertenecer a “Democracia Auténtica” y me metieron en la cárcel como a una sucia rata. Por suerte, allí hice un amigo con el que compartí celda hasta que salí de aquel agujero. Volví a casa, al clan en el que nací y me crié, avisando de mi nueva posición y de mis planes de futuro: me haría mercenaria y viviría de mi formación militar como carsij. Siendo la más pequeña de once hermanos y la única chica, todos ellos se prestaron a acompañarme. Gracias a los dioses, Adiladr (“Noble en la última partida subida), una vieja amiga, retomó el contacto conmigo y me contó que su marido había muerto y que había tenido que huir con cincuenta hombres a su servicio y su hijastra, Yuna, para formar una compañía de mercenarios. Me ofrecí para formar parte de dicha compañía, formando, junto con mis hermanos, el equipo de exploración.
Nos unimos a Adiladr y sus mercenarios hallándose éstos en una misión: el señor Erordre quería que causasemos un poco de caos en las tierras de Aglazor para así salvar la situación y ganar poder. Mientras el resto de mis hermanos permanecía en el campamento, Fred, George y yo fuimos a explorar la zona.
Me siento muy unida a todos mis hermanos, especialmente a Fred y George; no sólo porque son los más pequeños después de mí (yo tengo diecinueve años y ellos veinte -son gemelos-): también es porque somos diferentes al resto de mis hermanos. Mientras todos son morenos y muy grandes, yo tengo los ojos verdes y la piel más clara (la suya es como el café), y reflejos de cobre en el pelo (algo muy poco común en el desierto; Fred y George son blancos como la luna y tienen los ojos verdes, además de tener el cabello del color del cielo al atardecer. Los tres somos delgados, aunque yo un poco más fibrosa y más bajita que ellos dos.
Mientras el resto de mis hermanos permanecía con Adiladr y Yuna, los gemelos y yo fuimos a explorar la zona al norte del campamento. Estuvimos de exploración unos tres días. El camino era mucho peor que la peor carretera harrassiana, sin duda, lleno de excrementos de buey y sin pavimentar. Primero fui a una de las aldeas más grandes del lugar. Para no llamar la atención, me abroché la capa y cubrí bien mi armadura, mi espada y mi cara. Era día de mercado, lo supe por las pequeñas paradas de campesinos vendiendo alimentos y carros tirados por bueyes (lo que explicaba las heces de buey en el camino). Fred y George se quedaron en la entrada de la aldea, con sus caballos y con el mío (Angus). Mientras andaba por la calle la gente se apartaba de mí… Entré en una posada y pregunté el motivo de ese miedo, y el posadero, que al principio me confundió con un hombre, me dijo que era porque portaba vestimenta de sacerdote. Me sirvió una jarra de cerveza y me pidió una labrega a cambio. Como sólo tenía dineros -que valen el triple que una labrega-, decidí tomarme otras dos jarras a la salud de Fred y George y pagarle con un dinero.
-¿Qué es esto?-me dijo.
-Dinero. No soy de aquí, así que no tengo labregas. Este es el equivalente a las tres fábregas que usted me pide.
-O sea, ¿¡que has venido a tomar cerveza sin dinero para pagarla!?- ¡me estaba llamando ladrona!
-¿¡Acaso es usted tonto!?
-¡Vas a tener que trabajar para pagarme!
-¡Genial! ¿Dónde están los plat…
-Ve a hacer la colada. Es por ahí- me dijo, señalando hacia una puerta lateral.
Me devolvió mi billete y, después de que le lavase los calzones, me echó de muy malas maneras. ¿Cómo iba a saber yo que este país retrógrado aún emplea como moneda el peso del metal? Trogloditas...
Después de esta poco agradable estancia en la primera aldea, nos dirigimos a las montañas, donde encontré a una mujer que estaba sola con su hija -de unos cinco o seis años-. Me suplicó que me fuera, a punto de desmayarse del miedo.
Cuando regresamos al campamento, reporté todo esto a Adiladr y Yuna, que escogieron una aldea al azar, bajo la única premisa de que no fuese la aldea de las montañas (me sentí muy mal después de causar tanto terror a dos personas inocentes) ni la aldea del posadero (que sea menos inteligente que un camello no significa que merezca morir a manos de unos saqueadores). Llegando a la aldea elegida por Adiladr y Yuna, unos campesinos me detuvieron para proponernos un trato: fingiríamos un saqueo para que esta pobre gente no fuese sangrada por los impuestos de los recaudadores y a cambio nosotros nos llevaríamos la mitad del dinero que se habrían llevado los recaudadores. Negándome en redondo a saquear a esta pobre gente, decidí por mi cuenta aceptar el trato, implicando al resto de la compañía. Salíamos ganando, porque nos pagaría Erordre y también los campesinos. Nos llevó una jornada preparar la simulación -incluso quemamos una casa después de sacar de dentro las pertenencias importantes y a las personas que había dentro-.
Después de darnos provisiones y el dinero acordado, volvimos al campamento, un nuevo problema necesitaba solución. me contaron que apenas tenían dinero y que sólo podrían mantener a sus hombres unos cuatro meses, por lo que al día siguiente partimos hacia casa de Erordre para presionarlo. Cuando llegamos no teníamos nada con lo que negociar, y (aunque no le saldría gratis) Erordre podría eliminarnos. No obstante, nos dio un nuevo encargo: debíamos investigar unos movimientos de tropas “sospechosos” hacia el Noroeste. Aceptamos el encargo y volvimos al campamento. Allí, mis hermanos me dijeron que habían avistado merodeadores en el bosque, cerca de su zona de guardia.
Mientras cuatro de mis hermanos (incluidos Fred y George) y yo íbamos hacia la zona que había que investigar, oímos gritos en el bosque. “¡Dama de la armadura! ¡Ayuda! ¡Dama de la armadura!”. Encontré al campesino con el que pacté la simulación de saqueo, que me suplicó ayuda: unos reclutadores se estaban llevando a los jóvenes de la aldea. No podía irme sin más, por lo que fuimos allí. Levas dormenias. Reclutadores armados con lanzas seleccionando a jóvenes de entre quince y veinte años aproximadamente. Cuando se fueron, envié a uno de mis hermanos a pedir refuerzos. No podía soportar tanto sufrimiento de gente que no se lo merece; haría lo que estuviese en mi mano para devolver a esa pobre gente sus hijos. Esperé a que los reclutadores se distanciasen lo suficiente y les seguí el rastro hacia el Norte.
Unos kilómetros después de abandonar la aldea, el grupo se desviaba de la carretera hasta un valle, donde descubrimos un campamento que albergaría a unos quinientos o seiscientos hombres, con campos de entrenamiento para los jóvenes que se habían reclutado en las levas. Cuando llegaron los refuerzos -veinticinco hombres guiados por Yuna- ya faltaba poco para que se pusiera el sol, así que buscamos un claro a unos cuatro kilómetros de la carretera en dirección opuesta al campamento dormenio y, mientras yo me dirigía a casa de Erordre a reportar nuestro hallazgo, los demás se prepararon para pasar la noche. Si todo iba bien, volvería al claro del bosque al alba.